lunes, 5 de agosto de 2013

"-...y entonces me dijo que lo nuestro era imposible. Ya ves. No era la primera vez que me enamoraba de un imposible, pero dolió como si lo fuera. Sonó un extraño 'crac' dentro de mí, como a cristales rotos, y ya no volví a sonreír como antes. Y, después de eso, las esperanzas pasan a ser falsas, y te despiertas del sueño más bonito del mundo; pero un sueño, a fin de cuentas. Y la realidad, bueno, qué dura y qué fría te parece. Los días se te hacen largos, y más largas las noches. Y no quieres llegar a ningún lado, sólo quieres escapar, y no sabes ni a dónde. E intentas sobrevivir como puedes, llevando la vida que llevabas, porque eso no ha cambiado. El mundo no va a pararse porque te hayan roto, por desgracia. Y la gente te ve y te pregunta '¿Estás bien?', y tú sonríes, 'Sí, claro', respondes, porque no quieres dar explicaciones. No quieres hablar de aquello. No quieres decirle a nadie que has vuelto a tropezar donde siempre, que no has aprendido nada, que sigues siendo la misma gilipollas que cierra los ojos cuando se enamora, la misma que siempre termina cayéndose por algún precipicio. Y lo que duele... no sabría decirte. No es un dolor físico, claro. Ni siquiera es psicológico. No, nada de esto, el dolor que sientes es mucho más indescriptible, sólo comparable con el vacío. Un vacío para el que no hay palabras. Es una sensación de frío, pero no sirve taparse, es un frío que nace de dentro y que congela todo lo que merece la pena: las ganas, las ilusiones, las pocas esperanzas de reserva, el optimismo. Y sucumbes. Poco a poco, empiezas a tiritar, y te quedas muy quieta. Suena la alarma del reloj y tienes que levantarte, pero no quieres. No. Quieres ser como una piedra, y las piedras no van a estudiar, ni a trabajar. Y así, poco a poco, los días van pasando, uno detrás de otro, con una lentitud que da miedo. Y, de repente, y no tan de repente, pero un día, conoces a alguien y te hace sonreír, y lo necesitas tanto que, joder, te olvidas de todo lo demás. Y vuelves a sonreír. Le pides el teléfono a esa persona y la agregas a WhatsApp, y empezáis a hablar a todas horas, sobretodo por las noches, que habláis hasta que ya no puedes ni mantener los ojos abiertos...
+¿Y entonces?
-Entonces cierras los ojos y te sitúas al borde de un precipicio, y deseas con todas tus fuerzas, a punto de saltar, que venga esa persona y te salve. Sólo deseas eso. Con todas tus fuerzas. Y, si tienes suerte, sientes cómo te agarran sus brazos en el último momento. Y sonríes. Y, si no tienes suerte...
+¿Qué pasa?
-Que deseas volver a ser como una piedra."

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